“Shumaj Huayta”
- Martha Obregon Velasquez
- 17 feb 2021
- 9 Min. de lectura
Revaloración de la Artesanía y Empoderamiento de Artesanos en Pomabamba – Ancash
Lic. Martha Obregón Velásquez


Recuerdo a Alcides Sifuentes, entre las décadas del 50 y 60, quien se dedicaba a la elaboración de muñequitos de arcilla representando a las danzas folclóricas; lo hacía en maquetas, trabajaba en madera labrada inspirada en las columnas salomónicas, de estos detalles provino su apodo “Pillu Pillu”.
Los objetos de recuerdo más representativos de Pomabamba eran los anillos de tres hilos; la producción de jatos elaborados por reconocidos cultores que habían ya traspasado fronteras. Entre las manifestaciones folklóricas referidas a la vestimenta se distingue la hermosa y colorida Pintay Bata hecha por manos expertas y creativas que vestía y abrigaba a la mujer de nuestra tierra. Esta artesanía fue paulatinamente conocida en la capital gracias a su difusión por conocidas folcloristas. Las polleras, mantas o jacus, los ponchos, alforjas, sombreros, se destinaban al uso local o regional.
Las muñecas que adornaban las capillas en las fiestas patronales se vestían principalmente con ropa de encaje y sedas de colores claros y suaves (blanco, celeste, rosado entre otros) y muchas joyas. Ocasionalmente se las vestía con la pintay bata y monillo, generalmente eran muñecas grandes o medianas solicitadas por algunas familias.
Por ese entonces la suscrita tenía un negocio céntrico al cual llegaban los visitantes y turistas, quienes pedían algún artículo de recuerdo (souvenir) de nuestra tierra; pero no se producía para ese fin. Ante este vacío surge la idea de incursionar en este campo con la participación de las personas que pudieran elaborarlas. La iniciativa, como se verá más adelante, tuvo mayor acogida en la zona rural.
Estamos en el año 2000, cuando asumí el reto de elaborar e impulsar recuerdos representativos de la vestimenta y danzas folklóricas con los siguientes objetivos:
Elaborar recuerdos (souvenirs) de la artesanía pomabambina, centrados principalmente en la pintay bata e ir progresivamente integrando otros elementos.
Que las artesanías sean elaboradas por artesanas (os) de las localidades donde vivían.
Que el bordado de las pintay batas exprese su relación con el entorno de su localidad, libremente, sin copias, que expresen lo que su corazón siente.
Que mediante el desarrollo progresivo de esta actividad generen un ingreso para el hogar
Cuando el proyecto se puso en marcha, indagué y solicité entre las bordadoras de la zona urbana su participación; pero ninguna aceptó el reto de incursionar en miniatura. La propuesta les parecía insignificante. Era perder el tiempo en cosas tan pequeñas. Para ese entonces la suscrita trabajaba en el Hospital de Apoyo de Pomabamba, en mi calidad de Asistenta Social tenía mucha relación con promotores/as de salud y con los docentes que trabajaban en las zonas rurales. Así empecé a averiguar por alguien que bordara pintay batas o se dedicara al tejido o la confección de accesorios. Por ello el lector encontrará, más abajo, referencias para la ubicación de dichas personas; pues, en las zonas rurales no existen direcciones de calles; sino, puntos de referencia que a veces resultan anecdóticas. En definitiva, fue un trabajo de hormiga.
Es necesario señalar que desde el principio se cultivó una relación mutua de confianza. En nuestra tierra, a diferencia de la gran urbe, se pueden enviar encargos sin correr el riesgo de robos.
El siguiente listado es producto del trabajo de identificación. Es posible que no figuren todos los artesanos rurales existentes en ese entonces; pero, es una muestra del esfuerzo de aquel momento:
Bordadoras de las Pintay Batas
· Lucía Martell Moreno de Conopapampa (su hermano estudia en el 5 grado en el colegio, se llama Bernardo Martell Moreno).
· Ana Mezarina Ayala de Pajash Alto (Borda principalmente trinitarias)
· Lidia Jaramillo Salinas
· Victoria Chavarría López de Viñauya, vive pasando la escuela más arriba del nogal.
· Ana Vergaray Bazán de Yanacolpa
· Hilda Chaycha Oliveros de Conopa (Su padre hace filos de batas y pollera a máquina)
· Hermelinda Moreno Aguilar de Rajarajpampa, vive antes de la escuela
· Martha Quiñones Reyes de Rajrajpampa, en la otra banda. Referencias Profesora Victoria y Prof. Wilder Escudero
· Martina Pinedo Moreno de Shiullá Alto
· Angelina Moreno Romero de Chuyas
· Judith López Tarazona de Huanchacbamba en Huayllancocha
· Eugenia Miranda Álvarez de Jancapampa
· María Azaña Sifuentes de Shiullá
· Editha López Vega de Jachaspampa
· Catalina Moreno Retuerto de Socci
· Armando Gonzales, borda ribetes para batas y polleras
· Victoria Chavarría Vergaray de Shuillá
· Genoveva Corzo Osorio de Pauchus
Elaboración de los ribetes o chaquin de la Pintay Bata y Polleras
· Martina pinedo Moreno
· Padre de Hilda Chaycha oliveros de Conopa
· Angelina Moreno Romero Chuyas
· Armando Gonzáles de Socci
· También laborados por artesanos locales varios, cuyos nombres lamento no tenerlos en mis archivos.
Elaboración de monillos en miniatura
· Martha Obregón Velásquez de Pomabamba
Elaboración de la manta o jacu y bellotas
· Martha Obregón Velásquez de Pomabamba
Elaboración de los Ponchos
· Saturnino Diestra Quispe de Llullayacu – Olivo
· Rubén Chavarría López
· Guzmán Reyes Méndez de Chinchobamba (Ponchos, alforjas y huachucus)
· Eugenio Asencio Vega de Shiullá Alto
Elaboración de Alforjas
· Saturnino Diestra Quispe de Llullayacu Olivo
· Gabriel Sáenz Álvarez de Viñauya
· Esteban Silvestre Bedón de Conopa
Elaboración de huachucus
· Saturnino Diestra Quispe de Llullayacu – Olivo
· Rubén Chavarría López
Elaboración de sombreros
· Artemio Minaya Ortega de Chogo
· Rufino Rondan Jacinto de Chogo
· Oscar López Muñoz de Chogo
· Ernesto Chavarría de Socci Alto
Canastas de Carrizo
· Rubén Vega de Huayllán
Canastas de tsacpá
· Alejandro Salvador Pedrozo de Vilcabamba
Guías Turísticos
· Nemesio Rodríguez Sevillano Vive en Jr. Arica casa del sr. Alejandro Azaña Pomabamba
· Abilio Papías Dextre Evangelista. Jr. Eulogio del Río 1368 La soledad Huaraz.
Una vez identificados los y las artesanas se procedió a entrevistarlos, previo encargo a través de las personas que trabajaban o ejercían sus actividades en las zonas rurales. Venían a la ciudad aprovechando sus actividades de intercambio comercial u otra necesidad. Allí les daba el encuentro y les explicaba los objetivos del este proyecto. Les parecía difícil; pero no imposible. A la totalidad de las personas contactadas les agradó la idea. Fue una tarea de motivación personalizada. Su trabajo sería remunerado, generando así un ingreso económico para los participantes.
No se trató de hacer muñecas típicas; sino vestimenta típica pequeña, para lo cual se usó como modelo muñecas comerciales, cuyas siluetas variaban entre sí exigiendo por tanto más técnica en el manejo.
Los bordados de la pintay bata se elaboraron en las comunidades rurales de Pomabamba, cada uno, en su hogar, ya que se trataba de madres o personas que debían dedicarse al cuidado de los hijos, a trabajos agrícolas y domésticos. La idea era no separarlas de sus actividades habituales. Se les pidió que lo elaboren en sus momentos que descanso, momentos que permitieran volcar su capacidad creativa.
La idea era mostrar el arte en su expresión libre, que se inspiren en su entorno, en el paisaje, sin priorizar el afán comercializador.
Se empezó a observar que las comunidades tenían su propio estilo en cuanto al bordado de las flores. No se parecen entre ellas. Cada cual tenía un sello distintivo; las más cercanas a la ciudad como Pajash se inspiraban en las trinitarias o pensamientos con un bordado más espaciado; Conopa gusta bordear los pétalos con puntada adicional; Rajrapampa presentaba una combinación suave de colores como del tawri; Shiullá merece mención especial por la delicadeza y armonía alcanzada; Jancapampa trasmitía gran personalidad. Las flores más representadas eran las dalias, la flor de la papa, la flor y hojas de la huamanripa, tawri, weclla, valeriana, huamanpinta, alelí, la clavelina, la rima rima, anémona, gantuhuayta, chicoria entre otros.
En todos los casos, la vistosidad de colores era el rasgo predominante. La influencia de las expresiones artísticas de otras regiones era incipiente. Sabemos con los años, que, con la presencia de la transculturación, el bordado de las flores ha sufrido una fuerte variación. Estas son más grandes, más coloridas; en la confección usan el degradé de colores, adornadas con hilos dorados o plateados, no dejan espacios libres, se asemejan más a los bordados de la zona de Huancayo: Son bordadas a máquina o a mano; pero siguen siendo vistosas y su uso se ha generalizado.
Poco a poco, tras ensayos y vastos errores las prendas fueron tomando forma, acoplándose delicadamente los productos terminados. Muestro algunas imágenes de mi archivo:



Debido a las dificultades de confección de ropa en miniatura nadie aceptó elaborar los monillos; por tanto, con el apoyo técnico de mi señora madre doña Esther Velásquez de Obregón (QEPD) y mis propias habilidades decidí confeccionarlas. Todas las costuras interiores se hicieron a mano y las externas a máquina. Aún se usaba la tela llamada seda listada en colores rosado, celeste, morado, lila, amarillo, verde, negro. Ya ingresaban las telas tipo seda bordada también en esos colores. Para la elaboración de esta vestimenta me basé en las observaciones de la diversidad de usos y costumbres, colores, y presentaciones. También aquí hay variaciones, por ejemplo, en Vilcabamba gustaban del color amarillo, verde o morado y la pechera elaborada con muchos listones de diferentes colores y adornos de blondas delgadas y grecas, en las demás comunidades se usaba principalmente los colores tradicionales: el rosado o celeste.
El corte de la blusa se realizó a la medida, en base al cual se elaboró patrones, aun así, la cintura de la muñeca que sirvió de modelo era tan pequeña que dificultaba su maniobrabilidad, fue necesario respetar esos ajustes para lograr una presentación equilibrada, considerando que el monillo y la “pintay bata” son muy llamativos y cargados.
Una variación de la vestimenta típica es el Terno, es decir en conjunto completo de monillo y faldón del mismo color que se complementa con la manta o jacu y sombrero. Se trabajó con seda listada y también con seda labrada.


Considero que la confección del sombrero fue el mayor reto enfrentado. Artemio Minaya Ortega de Chogo aceptó elaborarlos. Fue un trabajo arduo. Los primeros sombreros se le quemaban. Durante dos meses batalló. Le animaba diciendo que tuviera confianza, que el éxito está sembrado de fracasos. Y así fue. Un día apareció con los flamantes sombreritos hechos de lana de oveja, pequeños, blancos, hermosos; sombreros para uso femenino y de varones. Reto logrado, lo felicité y, por supuesto, se convirtió en nuestro proveedor. También, comercializó en los mercados domingueros. Lamentablemente el material autentico (lana de oveja) no resistía el paso del tiempo. La polilla (puyau) las deterioraba.



Las muñecas no eran articuladas, sólo era posible que se exhibieran de pie en una pieza de madera o pedestal de forma circular o cuadrada, que debía tener dos agujeros en bajo relieve en la parte inferior a fin de colocar un par de clavos que sirvieran de soporte y equilibrio. La pieza lo diseño y trabajó don Porfirio López. La descripción del producto se hacía a mano cubriéndola después con laca transparente.

Con los insumos individuales terminados se empezó a vestir a la modelo, acción que me recordaba mucho a los juegos de la niñez y el cariño con que se trata a la muñeca; encontrando algunas dificultades de maniobrabilidad, pues la delicada silueta contrastaba con el peso y volumen de la ropa, a veces al ajustar en la cintura, el torso se separaba, o al querer ponerle el monillo los brazos se salían. En fin, presentes el ensayo y el error. Pero al terminar se tenía frente a los ojos la belleza de la creatividad en toda su dimensión, la emoción de ver en una mano la identidad de nuestra tierra. Para contribuir a su difusión se llevó los ejemplares a un estudio fotográfico profesional para luego elaborar catálogos.
PROYECTOS TERMINADOS






Cuando se concluyó y se exhibió los primeros ejemplares, causó gran admiración en el público, la sorpresa se podía leer en los ojos, en el rostro de la gente. Las mujeres de las zonas rurales eran más expresivas; las miraban y admiraban sin pestañear, sólo decían “Shumaj, shumaj mamay, ¡¡huaytacunanu!!... ¡Las mujeres se sentían representadas! Es por ello, que la denominación para la identificación de esta ropa típica fue “SHUMAJ HUAYTA”, la cual, se escribió a mano y colocó en las prendas.
Los ejemplares elaborados, fueron adquiridos por diferentes instituciones para ser obsequiados a personajes y visitantes ilustres; por ejemplo, el Instituto Nacional de Cultura - sede Pomabamba (2001), PRONAMACH, el Hospital de Apoyo Pomabamba para obsequiar a una médica española capacitadora de la Asociación “Médicos del Mundo”, el Centro Unión Pomabamba al Padre Miguel Píscopo, entre otros y, por su puesto, por los turistas nacionales y extranjeros.

Por razones de trabajo tuve que viajar a la Capital no pudiendo continuar con este proyecto. Tiempo después, la señora Enma Valverde de Vidal inició la comercialización de ejemplares similares.
Pronto Pomabamba cumplirá 160 años de fundación política. En estos tiempos difíciles, donde Dios aún nos concede la vida, es propicia la ocasión para colocar en el altar de los recuerdos el reconocimiento y agradecimiento a los y a las pioneras de este proyecto. Trabajo arduo y silencioso, alentado por la fe en su talento y por la constancia en su esfuerzo creativo; todo por el amor a la tierra, a su tradición y folclore. Esta experiencia ha sido una manera hermosa de contribuir a fortalecer su identidad.
Agradecimientos:
A mi familia, quienes siempre me apoyaron en esta iniciativa.
A los artesanos y artesanas que creyeron en este proyecto.
A los agentes comunitarios de salud y docentes de las comunidades rurales, por su valioso enlace.
A Pedro Flores Cueva, por la revisión y aportes a esta reseña.
Lima, 08 de febrero 2020
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